UNA AVENTURA DIFERENTE
- Esperadme, que me voy con vosotras- pidió Raquel a Luisa, Pili, Rocío y Mari Carmen.
- ¿Vas a casa de tu abuela?- preguntó Pili.
- Sí.
Juntas las cuatro, emprendieron el camino a casa. Iban bromeando y armando bulla, pero Raquel no participaba del alborozo general: algo maquinaba su cabecita pensante.
Al día siguiente, en el recreo, propuso un plan a sus amigas:
- Podíamos escribir cuentos.
La idea no fue bien acogida por la mayoría, sólo Luisa y Rocío se mostraron interesadas. Las tres quedaron aquella misma tarde en casa de Raquel para empezar sus historias.
A la hora de la merienda se reunieron allí y mientras comían sus bocadillos ideaban temas y argumentos. Para cuando llegó la madre de Raquel con tazas de humeante chocolate, Luisa ya había decidido sobre qué iría su cuento: contaría la aventura de unos chicos que van en un barco y naufragan.
- Yo quiero hacer algo del espacio- dijo Raquel, que siempre estaba en la luna y se negaba a bajar de allí.
Sólo faltaba por elegir tema Rocío; no encontraba nada de su agrado, nada sobre lo cual le apeteciera escribir.
Merendando y discutiendo se les pasó la tarde.
- Mañana, a la misma hora- citó Raquel.
Luisa y ella pasaron la noche dándole vueltas a sus respectivos argumentos; Rocío, intentando encontrar algo interesante que escribir. Al día siguiente, en el recreo, volvieron a reunirse las tres para hablar de su proyecto, porque estaban tan ilusionadas que no podían pensar en otra cosa.
Rocío hizo al fin el esperado anuncio:
- Voy a escribir una historia del Oeste, o una de detectives.
Por la tarde, en cuanto salieron del colegio, fueron a casa de Rocío para que dejara la cartera y recogiera su merienda y el cuaderno donde iba a escribir su historia; pasaron después por casa de Luisa, con el mismo fin, y de allí se marcharon a la de Raquel, para merendar juntas y ponerse en seguida manos a la obra.
Antes de empezar a comer, se enfrentaron durante un rato a las hojas en blanco, sin saber muy bien cómo empezar sus respectivos relatos. Luisa fue la primera en escribir algo. Como si eso les hubiera servido de inspiración, Rocío y Raquel se lanzaron bolígrafo en m ano sobre sus cuadernos y comenzaron sus cuentos. Al cabo de media hora habían logrado llenar una página cada una.
El esfuerzo les había abierto el apetito.
- ¿Merendamos?- propuso Rocío, muerta de hambre.
Dicho y hecho. Después de los bocadillos, la madre de Raquel les llevó colacao y rosquillas. Repuestas ya sus fuerzas, se aprestaron a leer en voz alta lo que habían escrito.
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Raquel -
Anónimo -