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Cajón desastre

LA NOCHE NOS ATRAPA

Entraron en el pub y fueron recibidas con carcajadas: era evidente que, al hacer su aparcición, estaban en boca de los presentes, es decir, de Esteban, Elena, Carlos, Pepe, Pedro, Paco y Luis. Ellas se dieron perfecta cuenta y, con excelente humor, corearon las risas de los demás.

- ¡Qué estaríais diciendo de nosotras!- se preguntó Ana con un tonillo a la vez irónico e in dulgente.

- Nos estabais poniendo verdes, seguro- aventuró Carmen con más energía y el mismo buen humor.

Tenían razón y se la dieron: hablaban de ellas. Pero se habían equivocado en una cosa: no era para mal.

Esteban preguntó por preguntar:

- ¿Un té y un café?

Asintieron ellas. Al momento, tuvieron sobre la barra sus infusiones. Ana se regoció con su café: había en él mucha crema; con la cucharilla empezó a comérsela, como solía hacer. Y comenzaron a burlarse todos de su forma de tomar el café, sosteniendo el platillo con la mano izquierda bajo la taza, y asiendo ésta con la derecha.

- Es como un rito- bromeaba Carlos.

- Es porque gotea- ofrecía Ana explicación práctica.

Cuando ésta había terminado ya su infusión y Carmen aún no había tomado un solo sorbo de la suya, llegó Tasio.

- ¿Cómo tan tarde?- se interesó Carmen.

- Ya ves, alhaja, no he podido subir antes.

Ni dio  más explicaciones ni nadie se las pidió. Esteban le sirvió su whisky con agua, sin darle tiempo a pedirlo.

Por fin, Carmen se decidió a empezar su té.

Eran casi las tres de la madrugada cuando Pepe, que se marchaba a casa, se ofreció para llevarlas a las suyas. Carlos, Ana, Carmen y él se despidieron de los demás, que ya se habían preparado para echar un partida de mus. Caminaron un trecho hasta llegar adonde Pepe había aparcado. Carlos y Carmen se disputaron el asiento de delante y fue él quien salió finalmente vencedor, de forma que las dos chicas subieron detrás. Carretera adelante, giro a la izquierda y ya estaba Carlos a la puerta de su casa. Quedó libre el asiento delantero, pero no lo ocupó Carmen: Ana, cediendo a un impulso irresistible que la asaltaba siempre en el coche de Pepe en semejantes circunstancias, saltó a él desde atrás. Y estuvo a punto de romper algo.

- He pisado algo.

- Un espejo de ésos con dibujo que me regalaron por mi cumpleaños.

- ¡¿Y lo llevas ahí?! ¡¿Todavía?!

El asombro respondía a un doble motivo: el lugar donde Pepe había dejado el espejo y el mucho tiempo que hacía de ello, puesto que su cumpleaños había sido en febrero y estaban en julio. Él era así de descuidado, como Ana y Carmen habían podido comprobar por otros muchos detalles anteriores, de forma que ambas terminaron por asombrarse de su propia extrañeza. De todos modos, Pepe no se escapó sin una buena reprimenda de la que hizo caso omiso: cuanto le dijeron le entró por un oído y le salió por otro.

 

EL AMIGO COMÚN. SIEMPRE INTENTADO HACERLE REÍR CUANDO ELLA ESTABA AL BORDE DE LAS LÁGRIMAS, AL LÍMITE DE SUS FUERZAS. CONSIGUIÉNDOLO SIEMPRE, CASI SIEMPRE LOGRANDO ARRANCARLE FINALMENTE UNA SONRISA, UNA RISA LEVE Y AGRADECIDA.

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