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Cajón desastre

Será divertido volar en globo

Será divertido volar en globo

Mari Mar, Pili y Mari Carmen se encargarían de comprar la lona y se reunirían en la explanada con las demás.

A las cinco y media salía de la plaza de la iglesia en dirección a Santa Isabel un primer grupo de chicas compuesto por Inma, María José, Luisa, María José, Gemma y Tere. Encontraron en La Solana a Rocío, Raquel y Ana. Fueron las primeras en llegar a la explanada. Aún faltaban nueve niñas. Pero había que estar alerta por si los chicos se habían enterado de todo y llegaban en su lugar, así que formaron dos grupos de vigilancia que se apostaron en puntos diferentes: Tere y Gemma en una roca junto al camino, a la derecha de la explanada; María José y Luisa en la Roca del Dinosaurio, a la izquierda. Desde allí vieron acercarse a Mari Mar, Pili y Mari Carmen.

-¿Y las demás?

- No han llegado todavía.

- ¿Dónde tenéis el canasto?

Rocío explicó que no había podido conseguirlo aún, pero que su vecina había prometido dejarle uno al día siguiente.

- ¿Y la lona?- preguntó ahora Rocío.

Mari  Mar levantó una bolsa demasiado pequeña y proporcionó a sus amigas la segunda decepción de la tarde.

- No había más. Vamos a tener que buscar en otra parte y coser trozos.

Esta solución les levantó un poco el ánimo.

Cinco minutos después de la propuesta llegaron las últimas compañeras.

- Tardonas- las regañaron.

Cada una de ellas intentó dar una excusa al mismo tiempo que las demás.

Allí estaban ahora, sin lona, sin canastillo, enfurruñadas por el retraso que eso suponía, con la amenaza de los chicos, pero dispuestas a no dejarse vencer por el desánimo.

Cuando el contento empezaba a iluminar otra vez aquellas caras desalentadas, sonó una voz de alarma.

- Los chicos.

Oírlo y echar a correr fue todo uno. Tenían que esconderse, evitar que los chicos las vieran allí y confirmaran sus sospechas. Ágilmente y en silencio, se escurrieron una detrás de otra por una estrecha oquedad entre dos grandes moles de piedra. Aguardaron unos minutos, tan inmóviles y calladas como las rocas que les servían de refugio. Por fin Mari Mar, animada por el silencio del exterior, se decidió a asomar prudentemente la cabeza. Allí no había nadie. De todos modos, salió futivamente para asegurarse. Volvió al escondite con muchas menos precauciones.

- No hay nadie. Os habéis confundido, eran tres chicos que siguen por el camino.

Aquello fue un alivio.

Eran ya casi las siete y todas sentían hambre. Habían tenido la previsión de llevarse las meriendas, de modo que las sacaron allí mismo y lo que iba a ser una tarde de trabajo se convirtió en una tarde de campo.

De regreso a casa, diecisiete chicas de sexto curso experimentaban una mezcla de alegría y contrariedad: alegría porque lo habían pasado bien; contrariedad porque su aventura habrá de esperar uno dos días más.

Sin embargo, organizaron encantadas la segunda expedición a Santa Isabel. La tarde fijada salieron a toda prisa del colegio, llegaron corriendo a casa, soltaron sus carteras en cualquier parte y se marcharon disparadas hacia el cuartel general. Todas menos cuatro: Mari Mar, Pili y Mari Carmen por un lado, y Rocío por otro, sola.

Fueron llegando en grupos a la explanada. Ansiosas, esperaron la aparición de las proveedoras. Cuando al fin llegaron éstas, la expectación se convirtió en decepción.

- El canasto no nos sirve. Es de chico como una cesta- explicó Rocío desanimada.

- No había lona en ninguna parte- anunciaron desalentadas las otras tres.

Amanda e Inma, que no se dejaban abatir fácilmente por las dificultades, exclamaron a una:

- ¡Pues habrá que pensar algo!

Luisa tuvo una idea brillante:

- ¡Pues claro! ¡Cómo no lo habíamos pensado! Algunas sábanas viejas tendremos en casa, ¿no? En vez de con lona, podemos hacerlo con tela. Y además, es más fácil de coser.

Ésa parecía la solución, y fue acogida con entusiasmo. Sólo quedaba por resolver el problema de la canastilla.

 - ¿A nadie se le ocurre nada?- preguntó Gemma, con la cara entre las manos y los codos apoyados en las rodillas.

Estuvieron dándole vueltas, se hicieron algunas propuestas, pero ninguna parecía buena.

4 comentarios

raquel -

Le dedicaré un artículo en cuanto encuentre para ilustrarlo una imagen que valga la pena

Anónimo -

Y hablando de recuerdos:
¡un globo, dos globos, tres globos...

raquel -

¡Cuántos cantos! el del guarro, el de los pollitos, el de los músicos...

Anónimo -

A aquel lugar siempre le llamé el "canto los pollitos".
Tiene gracia.