LA NOCHE NOS ATRAPA
Ana bajó a buscar a Carmen. Cuando llegó a casa de ésta eran las once menos veinte y Carmen estaba terminando de arreglarse; en cinco minutos estuvo lista del todo. Salieron ambas despidiéndose:
- Papá, me voy- Carmen.
- Hasta luego- Ana.
- Adiós- respondió Antonio.
Calleja oscura arriba, salieron a una calle más ancha e iluminada, la anduvieron un trecho y tomaron la primera calle a la derecha, más estrecha y con menos alumbrado; una calle más y ya podía considerarse que estaban en el centro del pueblo, pero ellas iban al mismo corazón y tuvieron que caminar un poco más. A las once entraban en el bar de Tasio. Antes de pedirlo, ya tenían servidas Ana su botella de agua mineral y Carmen su fanta de naranja.
- ¡Qué eficacia!- alabó Ana sonriente.
- Ya ves, socia; el que vale, vale- repuso Tasio con cara de guasa.
- Tú sí que vales- siguió Ana la broma- Si yo vengo aquí, a ver por qué crees tú que vengo: por tí, porque tú verás estos cafres...
Los cafres no la oyeron y no pudieron darse por aludidos. Paco llegó entonces. Su equipo, el Atleti, había ganado un partido y entró saludando a la afición, que lo recibió con felicitaciones. Tras los saludos, lo primero por parte de Paco fue meterse un poco con Tasio, madridista acérrimo. Luego le pidió:
- Un segoviano, socio.
- Con matarratas, cabrón- le respondió éste mientras vertía el Dyck en el vaso de tubo.
- Un partidazo, tío, eso es jugar, y no el Madrid, que se duerme. Un equipo con un par de pelotas.
- Con un par de pelotas no, porque para once tíos son pocas. Tenías que multiplicar por once- añadió Pedro bromeando.
- No, si lo ha dicho bien, con un par de pelotas ná más, porque sólo ha jugao Futre- siguió Tasio.
La discusión continuó a grandes voces. Ana y Carmen salieron a sentarse fuera. Entre Paco y Tasio sacaron la mesa; se sentaron todos alrededor.
Carlos dijo que se marchaba, pero lo retuvieron muy fácilmente. Carmen y Ana también dijeron que se iban, ellas a ver a Esteban, e igualmente se dejaron retener hasta que Tasio decidió echar el cierre. Subieron todos al pub, excepto éste, que se quedó barriendo y terminando de recoger.
Elena no estaba.
- Ha subido a dar una vuelta a los niños- explicó Esteban.
Lo cual significaba que su mujer había ido a casa para comprobar que sus hijos dormían y que todo estaba en orden. Llevaban allí diez minutos cuando Elena volvió.
- Hay una de miedo en la tres- informó a las chicas- La he dejado grabándose.
Los domingos de invierno los habían pasado Ana, Carmen, Paula, Ángel y Marta viendo la película de miedo que pasaban a las once en uno de los canales privados de la tele, unas veces prestándole toda la atención y otras mientras jugaban al Trivial o a las cartas. Cuando tenía un momento, Elena se sentaba a verla con ellos, o se paraba un instante para informarse de cómo iba. Generalmente eran películas de casquería: mucha sangre, muchas vísceras y poco argumento; tema, ni soñar con que lo hubiera. Pero en contadas ocasiones ponían alguna verdaderamente interesante y entonces sí que olvidaban Trivial y cartas para ver la película en cuestión, o para no verla, porque Carmen, Paula y Marta se tapaban los ojos cuando salía alguna escena terrorífica o repugnante, o bien miraban hacia otro lado, mientras Ángel y Ana bromeaban sobre ella. En ocasiones, cualquiera de éstos o Esteban, aprovechaba un momento en el que estuvieran las tres muy atentas a la pantalla para asustar a alguna con una tentativa de estrangulamiento, un zarandeo acompañado de un ¡ah!, o un grito al oído. La víctima chillaba con repentino y efímero pánico, sobresaltada por el inesperado ataque; a continuación gritaba para insultar al autor de la broma, excepto si se trataba de Esteban; si era éste el bromista, se limitaban al reproche divertido.
Mientras veían Carmen y Ana una película especialmente sanguinolienta, ésta, para incordiar a su amiga, pidió un zumo de tomate. Se levantó bruscamente.
- Voy a pedir un zumo de tomate.
- Ni se te ocurra.
Se le ocurrió. Fue hasta la barra, en la cual estaban Paco, Pedro, Carlos, Pepe, Tito y Tasio. Pidió el zumo, pero no lo había. Los chicos empezaron a meterse con Carmen y a sugerirle imágenes especialmente asquerosas, acordes con las que pasaban en la pantalla en esa ocasión. Por fin acabó el suplicio.
- Hoy no me ha gustado nada. ¡Qué asco! No había más que sangre, unas guarrerías... - se quejó Carmen.
- Pero bien que la has visto- reprochó Tasio.
- Nooo. Me he pasado la película tapándome los ojos.
- Y si no miraban, ¿para qué la estabas viendo?- razonó Pepe.
Ahora sí que Carmen parecía pillada, pero tenía respuesta para todo.
- Porque la oía. Con eso y los trozos que podía ver, ya me enteraba de qué iba. Y además, ya quería saber el final.
Era tarde. Tasio las invitó al último café y, después de tomarlo, se marcharon a casa.
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