LA NOCHE NOS ATRAPA
Era un local alargado y pequeño, con una barra como media cruz gamada, una máquina de tabaco a la izquierda de la entrada, una máquina tragaperras, una de videojuego y una mesa con algunas sillas a la derecha de la misma, frente a la barra; y al fondo, el aseo. Un espejo detrás de la barra y otro mayor enfrente permitían ver indirectamente cuanto se quisiera mirar de modo furtivo. Media docena de taburetes y una estufa de gas en invierno -dos ventiladores en verano-, un calendario juego con todos los meses de treinta y un días y un calendario con la fotografía de un bodegón, jamón en primer plano, eran algunas de las características que daban peculiaridad al bar y lo convertían en un bareto con encanto. Pero era sobre todo el barman, como le gustaba ser llamado, medio en broma, medio en serio, quien atraía con su amistosa actitud a los muchos parroquianos que acudían a su local, bareto de amigos en guerra por conseguir un taburete, por disfrutar barra, y, en el colmo de la buena suerte, o de la habilidad, lograr una cosa y la otra sin dejar ninguna, bajo ningún pretexto, el resto de la noche.
0 comentarios