EXCURSIÓN EN BICICLETA (2)
LOS GATOS
- ¿Qué es eso?
La pregunta se repitió en las casas de cinco chicas de sexto cuando sus madres las vieron llegar con un bulto en las manos o escondido entre las ropas.
La madre de Rocío no puso ningún impedimento para que su hija se quedara el gato, pero sí algunas condiciones: sería Rocío exclusivamente quien se ocupara de él, y debería cuidar de que no pasara a la casa.
Paquita, la madre de Ana, reaccionó aún mejor: cuando su hija le enseñó la cría, le preparó un canastillo y la dejaron allí porque ya era la hora de comer. Pero en cuanto comieron y recogieron la cocina, limpiaron al gatito y arreglaron bien el canasto; Ana calentó leche y se la dieron a beber al animalillo, que ya no parecía asustado.
Si Paula y Paquita habían aceptado la presencia de los gatos, Pepa, la madre de Luisa, no tuvo que enfrentarse al problema de hacerlo o no hacerlo porque su hija le comunicó que aquella misma tarde le llevaría la cría a Tere, pero, a buen seguro, no le hubiera importado quedarse el animal, porque le gustaba y tenerlo en el enorme patio no le hubiera causado problemas ni dado un gran trabajo. De todas formas, Luisa había pensado regalárselo a su amiga y a ella le gustaba que su hija tuviera esos detalles.
Esperanza vio algo raro en la actitud de su alocada Amanda y pensó: "¿Qué estará tramando?". Una rapidísima ojeada le permitió descubrir bajo el jersey, que su hija traía hecho un lío entre los brazos, un bulto bullente.
-¿Qué es eso?- preguntó.
Cuando Amanda iba a negar que llevara algo, un maullido le cortó en seco la palabra y la inventiva.
Su madre no se enfadó, estaba acostumbrada a los disparates que se le ocurrían a su hija menor, pero se negó rotundamente a quedarse con el gato, porque no le gustaba tener animales dentro de casa.
- Llévaselo a tu abuela, y que lo tenga en el patio. Y si no lo quiere, que se lo dé a tu tía Rufina, o a alguna vecina.
Amanda no djo nada, pero empezó a pensar si habría alguna forma de quedarse con el animal sin que su madre se enterara. Tuvo que desistir de la idea porque era imposible llevarla a cabo.
La reacción de Asu no difirió de la que había tenido Esperanza. Cuando Pili apareció con el gatito, convencida de que su madre iba a permitirle tenerlo, ésta se negó a conceder tal permiso.
- Dáselo a tu abuela.
Pili no lo pensó dos veces y siguió de inmediato el consejo de su madre. Pidió a su abuela que le dejara tenerlo allí.
- Yo le cuido, abuela, sólo quiero que me dejes tenerlo aquí.
Su abuela no supo negarse a tan razonable argumento.
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